Imaginemos una Silla

Imaginemos una silla. ¿De qué color es? Porque la que yo estoy imaginando es blanca, de madera y con un estilo retrofuturista, sin descansabrazos. ¿Es la misma silla que imaginaste tú? Las matemáticas dicen que no. Y esto es muy importante de comprender. En el ambiente de trabajo, cuando estamos coordinando esfuerzos para alcanzar como un solo equipo la meta que nos hemos planteado, solemos dar muchas cosas por sentadas. Creemos que son obvias y que todo mundo las comprende de la misma manera que nosotros lo hacemos.

Cuando pensamos en una silla, las posibilidades son infinitas: el material, el color, el diseño, el estilo, la altura, los accesorios, los acabados, las características que la harán única, su facilidad para producción masiva, etcétera.

Incluso si nos ponemos de acuerdo con que tenga patas de metal, no sabemos el ancho, la forma, el largo, el color, el tipo de pulido o el grosor que tendrán. En los equipos de trabajo y en la vida en general, no es bueno dar por sentado que la gente tiene los mismos conceptos que tengo yo. ¿Qué espero de la gente cuando digo que quiero que seamos puntuales en las reuniones? ¿A qué me refiero cuando estoy pidiendo atención y concentración? ¿ Qué es lo que entiendo cuando digo que el bienestar de mi equipo es importante?

Puede parecer un tema simple y poco relevante, pero, pensemos nuevamente en la silla. ¿Es más silla lo que tú piensas que la silla en mi mente? ¿Esas diferencias de concepto hacen que sea imsostenible nuestra relación de trabajo, personal o afectiva? ¿Podemos lograr concensos sobre esas diferencias y seguir colaborando? La mayor parte de las diferencias que se dan en las relaciones humanas son resultado de mala comunicación, de una errada definición de conceptos y de malos entendidos sobre cosas que damos por entendidas.

Tal vez, la próxima ocasión, puedas invitar a tu equipo de trabajo a sentarse y platicar profunda y abiertamente sobre este tema. ¿En qué sillas crees que se imaginarán sentados?